Una entrada escrita a quatre mans. Em van proposar penjar aquesta cançó. Jo, que ara estic ficat amb “Sessanta raconti”, de Dino Buzzati, trobo que un dels contes que l’integren, que tot just he acabat de llegir, “Inviti superflui”, encaixa força bé amb la cançó.
Vorrei anche andare con te d’estate in una valle solitaria, continuamente ridendo per le cose più simplici, ad esplorare i segreti dei boschi, delle strade bianche, di certe case abbandonate. Fermarci sul ponte di legno a guardare l’acqua che passa, ascoltare nei pali del telegrafo quella lunga storia senza fine che viene da un capo del mondo e chissà dove andrà mai. E strappare i fiori dei prati e qui, distesi sull’erba, nel silenzio del sole, contemplare gli abissi del cielo e le bianche nuvolette che passano e le cime delle montagne. Tu diresti “Che bello!”. Niente altro diresti perqué noi saremmo felici; avendo il nostro corpo perduto il peso degli anni, le anime divenute fresche, come se fossero nate allora.
(...)
Vorrei pure – lasciame dire – vorrei con te sottobraccio attraversare le grandi vie della città in un tramonto di novembre, quando il cielo è di puro cristallo. Quando i fantasmi della vita corrono sopra le cupole e sfiorano la gente nera, in fondo alla fossa delle strade, già colme di inquietudini. Quando memorie di età beate e nuovi presagi passano sopra la terra, lasciando dietro di sé una specie di musica. Con la candida superbia dei bambini guarderemo le facce degli altri, migliaia e migliaia, che a fiumi ci trascorrono accanto. Noi manderemo senza saperlo luce di gioia e tutti saran costretti a guardarci, no per invidia e malanimo; bensì sorridendo un poco, con sentimento di bontà, per via della sera que guaresce le debolezze dell’uomo.
(...)
Ma tu – adesso ci penso – sei troppo lontana, centinaia e centinaia di chilometri difficili a valicare. Tu sei dentro a una vita che ignoro, e gli altri uomini ti sono accanto, a cui probabilmente sorridi, come a me nei tempi passati. Ed è bastato poco tempo perché ti dimenticassi di me. Probabilmente non riesci più a ricordare il mio nome. Io sono ormai uscito da te, confuso fra le innumerevoli ombre. Eppure non so pensare che a te, e mi piace dirti queste cose.
(Dino Buzzati. Inviti superflui).
Quisiera también caminar contigo en verano por un valle solitario, riendo continuamente por las cosas más sencillas, explorar los secretos de los bosques, de las calles blancas, de ciertas casas abandonadas. Detenernos en el puente de madera para ver el agua que pasa, oír en los postes del telégrafo aquella larga historia sin fin que viene de un confín del mundo y quien sabe dónde llegará. Y cortar las flores de los prados y aquí, tendidos sobre la hierba, en el silencio del sol, contemplar los abismos del cielo y las blancas nubecillas que pasan y las cimas de las montañas. Tu dirías “¡Qué bonito!”. Ninguna otra cosa dirías porqué nosotros seríamos felices; nuestro cuerpo, habiendo perdido el peso de los años, las almas que se vuelven frescas, como si hubieran acabado de nacer.
(…)
Quisiera además – déjame decir – quisiera contigo del brazo atravesar les grandes avenidas de la ciudad en un atardecer de noviembre, cuando el cielo es puro cristal. Cuando los fantasmas de la vida corren sobre las cúpulas y rozan a la gente negra, en la parte inferior de las calles, ya colmados de inquietudes. Cuando recuerdos de edad antigua y nueva presagios pasan por encima del suelo, dejando tras de sí una especie de música. Con la cándida arrogancia de los niños miraríamos las caras de los demás, miles y miles, que a riadas nos pasan al lado. Mandaríamos, sin saberlo luces de alegría y todos estarían obligados a mirarnos, no por envidia o animosidad; sino sonriendo un poco, con sentimiento de bondad, por la calle de la noche que sana las debilidades del hombre.
(…)
Pero tú – ahora que pienso – estás demasiado lejos, centenares y centenares de kilómetros difíciles de franquear. Tú estás dentro de una vida que ignoro, y tienes junto a ti a otros hombres, a quienes probablemente sonríes, como a mí en los tiempos pasados. Y ha bastado poco tiempo para que de olvidaras de mi. Probablemente no conseguirás recordar mi nombre. Yo ya he salido de ti, confundido entre las innumerables sombras. A pesar de todo no sé pensar que a ti, y me gusta decirte estas cosas.
LLETRA
Tu recuerdo sigue aquí como un aguacero. Rompe fuerte sobre mí, pero a fuego lento. Quema y moja por igual y ya no se lo que pensar: si tu recuerdo me hace bien o me hace mal. Un beso gris, un beso blanco, todo depende del lugar. Que yo me fui, eso esta claro, pero tu recuerdo no se va. Siento tus labios en las noches de verano. Ahí están, cuidándome en mi soledad, pero a veces me quieren matar. Tu recuerdo sigue aquí como un aguacero. Rompe fuerte sobre mí pero a fuego lento. Quema y moja por igual y ya no se lo que pensar: si tu recuerdo me hace bien o me hace mal. A veces gris, a veces blanco, todo depende del lugar. Que tú te fuiste, de eso es pasado; yo sé que te tengo que olvidar. Pero yo le puse una velita a todos mis santos. Ahí está, pa' que pienses mucho en mí. No dejes de pensar en mí. Tu recuerdo sigue aquí como un aguacero. Rompe fuerte sobre mí, pero a fuego lento. Quema y moja por igual y ya no se lo que pensar: si tu recuerdo me hace bien o me hace mal. Piensa en mí. (He sentido tu y veneno al corazón). Te hace bien (que quema y moja, que viene y va). ¿Tu donde estas? (Atrapado entre los versos y el adiós). Tu recuerdo sigue aquí como un aguacero. Rompe fuerte sobre mí, pero a fuego lento. Quema y moja por igual y ya no se lo que pensar: si tu recuerdo me hace bien o me hace mal.
Tu recuerdo sigue aquí. Rompe fuerte sobre mí. Pero que rompe, rompe, el corazón. Quema y moja por igual. Se que te tengo que olvidar. Si tu recuerdo me hacia bien o me hacia mal
Vorrei anche andare con te d’estate in una valle solitaria, continuamente ridendo per le cose più simplici, ad esplorare i segreti dei boschi, delle strade bianche, di certe case abbandonate. Fermarci sul ponte di legno a guardare l’acqua che passa, ascoltare nei pali del telegrafo quella lunga storia senza fine che viene da un capo del mondo e chissà dove andrà mai. E strappare i fiori dei prati e qui, distesi sull’erba, nel silenzio del sole, contemplare gli abissi del cielo e le bianche nuvolette che passano e le cime delle montagne. Tu diresti “Che bello!”. Niente altro diresti perqué noi saremmo felici; avendo il nostro corpo perduto il peso degli anni, le anime divenute fresche, come se fossero nate allora.
(...)
Vorrei pure – lasciame dire – vorrei con te sottobraccio attraversare le grandi vie della città in un tramonto di novembre, quando il cielo è di puro cristallo. Quando i fantasmi della vita corrono sopra le cupole e sfiorano la gente nera, in fondo alla fossa delle strade, già colme di inquietudini. Quando memorie di età beate e nuovi presagi passano sopra la terra, lasciando dietro di sé una specie di musica. Con la candida superbia dei bambini guarderemo le facce degli altri, migliaia e migliaia, che a fiumi ci trascorrono accanto. Noi manderemo senza saperlo luce di gioia e tutti saran costretti a guardarci, no per invidia e malanimo; bensì sorridendo un poco, con sentimento di bontà, per via della sera que guaresce le debolezze dell’uomo.
(...)
Ma tu – adesso ci penso – sei troppo lontana, centinaia e centinaia di chilometri difficili a valicare. Tu sei dentro a una vita che ignoro, e gli altri uomini ti sono accanto, a cui probabilmente sorridi, come a me nei tempi passati. Ed è bastato poco tempo perché ti dimenticassi di me. Probabilmente non riesci più a ricordare il mio nome. Io sono ormai uscito da te, confuso fra le innumerevoli ombre. Eppure non so pensare che a te, e mi piace dirti queste cose.
(Dino Buzzati. Inviti superflui).
Quisiera también caminar contigo en verano por un valle solitario, riendo continuamente por las cosas más sencillas, explorar los secretos de los bosques, de las calles blancas, de ciertas casas abandonadas. Detenernos en el puente de madera para ver el agua que pasa, oír en los postes del telégrafo aquella larga historia sin fin que viene de un confín del mundo y quien sabe dónde llegará. Y cortar las flores de los prados y aquí, tendidos sobre la hierba, en el silencio del sol, contemplar los abismos del cielo y las blancas nubecillas que pasan y las cimas de las montañas. Tu dirías “¡Qué bonito!”. Ninguna otra cosa dirías porqué nosotros seríamos felices; nuestro cuerpo, habiendo perdido el peso de los años, las almas que se vuelven frescas, como si hubieran acabado de nacer.
(…)
Quisiera además – déjame decir – quisiera contigo del brazo atravesar les grandes avenidas de la ciudad en un atardecer de noviembre, cuando el cielo es puro cristal. Cuando los fantasmas de la vida corren sobre las cúpulas y rozan a la gente negra, en la parte inferior de las calles, ya colmados de inquietudes. Cuando recuerdos de edad antigua y nueva presagios pasan por encima del suelo, dejando tras de sí una especie de música. Con la cándida arrogancia de los niños miraríamos las caras de los demás, miles y miles, que a riadas nos pasan al lado. Mandaríamos, sin saberlo luces de alegría y todos estarían obligados a mirarnos, no por envidia o animosidad; sino sonriendo un poco, con sentimiento de bondad, por la calle de la noche que sana las debilidades del hombre.
(…)
Pero tú – ahora que pienso – estás demasiado lejos, centenares y centenares de kilómetros difíciles de franquear. Tú estás dentro de una vida que ignoro, y tienes junto a ti a otros hombres, a quienes probablemente sonríes, como a mí en los tiempos pasados. Y ha bastado poco tiempo para que de olvidaras de mi. Probablemente no conseguirás recordar mi nombre. Yo ya he salido de ti, confundido entre las innumerables sombras. A pesar de todo no sé pensar que a ti, y me gusta decirte estas cosas.
LLETRA
Tu recuerdo sigue aquí como un aguacero. Rompe fuerte sobre mí, pero a fuego lento. Quema y moja por igual y ya no se lo que pensar: si tu recuerdo me hace bien o me hace mal. Un beso gris, un beso blanco, todo depende del lugar. Que yo me fui, eso esta claro, pero tu recuerdo no se va. Siento tus labios en las noches de verano. Ahí están, cuidándome en mi soledad, pero a veces me quieren matar. Tu recuerdo sigue aquí como un aguacero. Rompe fuerte sobre mí pero a fuego lento. Quema y moja por igual y ya no se lo que pensar: si tu recuerdo me hace bien o me hace mal. A veces gris, a veces blanco, todo depende del lugar. Que tú te fuiste, de eso es pasado; yo sé que te tengo que olvidar. Pero yo le puse una velita a todos mis santos. Ahí está, pa' que pienses mucho en mí. No dejes de pensar en mí. Tu recuerdo sigue aquí como un aguacero. Rompe fuerte sobre mí, pero a fuego lento. Quema y moja por igual y ya no se lo que pensar: si tu recuerdo me hace bien o me hace mal. Piensa en mí. (He sentido tu y veneno al corazón). Te hace bien (que quema y moja, que viene y va). ¿Tu donde estas? (Atrapado entre los versos y el adiós). Tu recuerdo sigue aquí como un aguacero. Rompe fuerte sobre mí, pero a fuego lento. Quema y moja por igual y ya no se lo que pensar: si tu recuerdo me hace bien o me hace mal.
Tu recuerdo sigue aquí. Rompe fuerte sobre mí. Pero que rompe, rompe, el corazón. Quema y moja por igual. Se que te tengo que olvidar. Si tu recuerdo me hacia bien o me hacia mal